Reto módulo 2
“De la leyenda de las Santas Patronas a la realidad de nuestra heroína deportiva.”
En un pueblo tan pequeño como Huéscar, es difícil encontrar referentes pese a nuestra extensísima historia: el primer pueblo donde se usó la pólvora en España, o la ciudad con la guerra más larga de la historia, son algunos de los títulos, pero ninguno que haga referencia femenina.
Por tanto, quiero contarlo a modo de historia, pues la historia es lo que premia en mi pueblo, de lo que rebosamos y nos enorgullecemos.
Sin embargo, nuestro imaginario es completamente femenino, tanto el místico, antiguo y religioso como el actual y más vivo que nunca.
Mi pueblo, Huéscar, la ciudad de la paz, está al norte de Granada, donde la autovía no llega y las alegrías nos las fabricamos nosotros. Entre ellas somos orgullosos seguidores de dos patronas. Importa poco que seas religioso o no, las patronas son algo que se viven, son figuras que respetamos y adoramos pues simbolizan lo mejor de nosotros y la hermandad entre oscenses. “Las Santas” fueron dos gemelas, Alodía y Nunilón, mártires del cristianismo tras negarse a que su padre las convirtiera al Islam. Puede parecer una historia sin más como la de cualquier pueblo, una que personalmente no me importa mucho por el tema religioso, pero en pleno siglo XXI, es fácil encontrar niñas y jóvenes que hacen suyas las frases:
-Ser más fuerte que Alodia
-Tener el carácter de Nunilón.
El propio himno del pueblo habla de cómo, incluso muertas, el amor y la decisión de sus actos las unió de nuevo:
¡Alodía si te vas, Nunilón, aquí te espero;
nos iremos a juntar en la Piedra del Letrero!”.
Todo esto, nos lleva a la actualidad, año 2019, en la que una joven deportista y Oscense de nacimiento, aparece en “La Resistencia, programa de Movistar +, aclamando ante las cámaras un grito:
-¡Vivan las Santas de Huéscar!
Quizá no importe mucho a priori, salvo que esa muchacha es Esther González, futbolista femenina y Campeona del Mundial de Fútbol femenino 2023.
Esta joven ha vivido como una futbolera más, haciendo lo imposible por meterse en los entrenamientos deportivos de las categorías masculinas (lo sé de primera mano). Recuerdo no solo su calidad sino, como guardameta, sufrir sus fuertes tiros y tener que recoger el balón Mikasa de entre las redes de la portería.
Este verano, tras la realización del mundial y las celebraciones, Esther volvió al pueblo, donde fue recogida y aclamada por grandes y pequeños, niños y niñas. La ilusión de ver a todas esas niñas aclamando su nombre, viendo el brillo de una imagen en la que reflejarse, no tiene descripción.
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